martes, 2 de noviembre de 2010

La pirámide de Sakkara


Sakkara es el emplazamiento de la necrópolis principal de la ciudad de Menfis, en la ribera occidental del Nilo, situada a unos treinta kilómetros de El Cairo y 17 de la ciudad de Guiza. Estuvo en uso desde la dinastía I hasta época cristiana.
La importancia de la necrópolis se debe a los restos de complejos funerarios, erigidos por los faraones del Imperio Antiguo y la gran cantidad de tumbas de nobles, pues el lugar, consagrado al dios Sokar, fue elegido por los faraones del Imperio Antiguo para establecer su necrópolis; ésta fue saqueada desde tiempos antiguos.
La tumba del monarca más antiguo posiblemente enterrado en esta necrópolis pudo ser la de Narmer, aunque tiene una tumba, o cenotafio, la B17 en la necrópolis de Umm el Qaab, en Abidos, lejos de Sakkara, en el Alto Egipto, y otra en la necrópolis de Tarjan.
En Sakkara Imhotep (el primer arquitecto conocido del mundo) diseñó para su faraón Zoser, de la dinastía III, una tumba con un diseño revolucionario, la pirámide escalonada, la primera de grandes dimensiones erigida en Egipto. También se encuentran muchas mastabas de miembros de la élite del Imperio Antiguo, que solían disponerse próximas a las pirámides de sus soberanos, desde Zoser hasta Pepi II.
Durante el Imperio Antiguo, Sakkara fue abandonada cómo lugar real de enterramiento, eligiéndose Guiza como nueva necrópolis real, durante la dinastía IV. Shepseskaf volvió a utilizarla, así como los faraones siguientes de la dinastías V y VI.
A partir del periodo tardío se enterraron en el norte de la necrópolis, posiblemente por la relación que tiene la zona con Imhotep, gran número de animales sagrados, sobre todo bueyes sagrados así cómo babuinos, halcones e ibis. Un poco más hacia el este hay sepulcros de perros, chacales y gatos, llegando hasta época grecorromana.
Con posterioridad, ya en época copta, se estableció el monasterio copto de Apa Jeremias, un pequeño asentamento, al sur de la calzada procesional de Unis, utilizando materiales de antiguas construcciones.

Triada de Mikerinos


La triada de Mikerinos está considerada uno de los más notables conjuntos escultóricos de la dinastía IV y del periodo menfita. Está datada a mediados del tercer milenio a. C. Corresponde al grupo formado por el faraón Mikerinos, la diosa Hathor y la divinidad del nomo de Cinópolis. Fue descubierta en 1910 por un equipo de arqueólogos del Museo de Bellas Artes de Boston, que estaba excavando el templo funerario de la pirámide de dicho faraón. Al lado derecho de Mikerinos se encuentra la diosa Hathor, con cuernos y el disco solar sobre su cabeza, y al lado izquierdo la del nomo de Cinópolis, portando su emblema.
En ella podemos apreciar características propias de la escultura egipcia, como son:
-Hieratismo, es decir, la rigidez con la que aparecen los personajes y por representar recta la línea de los hombros y de las caderas. Las figuras acompañantes sujetan familiarmente a Mikerinos, por el brazo, poniendo en ello una nota de ternura frente al hietarismo que domina toda la composición.
-Ley de la frontalidad: que consiste en representar el conjunto para ser contemplado de frente, preferentemente. En este caso es un grupo en altorrelive, no siendo figuras de bulto redondo.
-Canon: Las figuras están bien proporcionadas mostrando gran armonía entre sus partes, siendo el canon de la figura de 18 puños, distribuidos de la siguiente manera: dos para el rostro, diez desde los hombros hasta la altura de las rodillas y los seis restantes para piernas y pies.
La indumentaria es de gran sencillez, puesto que el faraón sólo está tocado con la corona Blanca real, porta barba postiza y un sencillo faldellín, o falda egipcia real. Las otras dos figuras visten una ajustada túnica casi transparente. El pie izquierdo adelantado, en las figuras de Hator y Mikerinos, que pasa así a un primer plano.
La escultura egipcia se realizaba en diversos materiales de diferentes durezas y texturas, con acabados pulidos y generalmente coloreados. Este conjunto está esculpido en pizarra.
Sorprende la perfección el refinamiento y detalle que conforman las fracciones del rostro, lo que hace suponer que debieron tener notable parecido con la realidad, pues en esta época, la IV dinastía, los ritos funerarios exigían la representación de los rasgos físicos lo más fielmente posible. Por todo ello, aquí, se manifiesta la típica combinación del gran realismo e idealización plástica, dentro de la concepción frontal y la rigidez formal.

Paleta de Narmer


La Paleta de Narmer es una placa de pizarra tallada con bajorrelieves, descubierta en 1898 por Quibell y Green en el templo de Horus de Hieracómpolis (Nejen), y actualmente depositada en el Museo Egipcio de El Cairo. Existen diferentes interpretaciones sobre su posible significado, tanto políticas como religiosas.
Es una paleta confeccionada en esquisto verde, de 64 cm de altura y 45 cm de ancho, cuya primitiva función era servir de soporte para los pigmentos, cremas, aceites, etc., que se aplicaban en el cuerpo, aunque es muy común encontrarlas en los ajuares funerarios o como ofrenda en los templos.
Las esquinas superiores llevan en cada lado unas cabezas de vaca vistas de frente, y en ambas caras figura el nombre del faraón inscrito en jeroglífico dentro del rectángulo que generalmente se llama "fachada de palacio".
En el anverso de la paleta, la ornamentación se reparte en tres registros horizontales. en el mayor de ellos, en el centro, de carácter esencialmente decorativo, hay dos bestias cuyo largo cuello se enrolla en torno a la cavidad destinada a los afeites; los imaginarios animales se apoyan en dos egipcios. El registro superior expresa un mensaje concreto: el soberano, que lleva la corona del Bajo Egipto, se adelanta con su séquito para inspeccionar una fila de hombres decapitados. En el inferior el toro pisotea a un hombre, fuera del recinto de una ciudad.
En el reverso, el faraón, que esta vez lleva la corona del Alto Egipto (prueba indiscutible de la unificación de las dos regiones), aplasta a un enemigo. A su lado, un criptograma explica la escena: el faraón ha sometido a los hombres del Bajo Egipto. Bajo la línea de base, dos personajes que parecen flotar en el espacio simbolizan probablemente dos ciudades, identificadas por los jeroglíficos contiguos.
Tanto en la composición de conjunto como en los detalles, la Paleta de Narmer muestra ya alguna de las convenciones propias del arte egipcio: la disposición de la narración en registros, con las figuras alineadas; los diferentes tamaños de los personajes en función de su importancia, y la manera característica de representar el cuerpo humano en dos dimensiones.

La pintura egipcia


Lo primero que nos llama la atención son los convencionalismos de la pintura egipcia, se puede ver que la cara va de perfil pero el ojo de frente, el tronco de frente, los pies de perfil y, lo más chocante, dos manos y dos pies del mismo lado, es decir, dos manos derechas o dos manos izquierdas. Esto es así porque los egipcios conseguían de esta manera reflejar toda la esencia principal del personaje como si se le viese simultáneamente desde varios puntos de vista.
La aplicación de la pintura se realizaba pintando los contornos en ocre rojo, y coloreando el fondo en amarillento o blanco. A continuación se recubría la superficie de los personajes con colores vivos, aunque planos, sin mezcla, ni sombras. Los colores utilizados en pintura eran los siguientes: 
Azul, representado por el Nilo, se usaba para el cielo, el agua y la noche.
Verde, símbolo de la fecundidad y la vegetación, color con que se representaba al dios Osiris, y era utilizado para representar la naturaleza y motivos vegetales.
Blanco, usado como fondo para los dibujos, para colorear la ropa, la corona blanca, y para representar el pan.
Rojo, representado por el dios Set, se usaba para la corona roja, la piel masculina, la cerámica, la madera, y para el desierto.
Amarillo, representado por el sol, usado para el oro y la piel femenina.
Negro, color de la fertilidad, representado por el limo del Nilo, se usaba para pintar los cabellos y los ojos.

Respecto a los principios o características principales del arte en el Antiguo Egipto, éstos estuvieron inalterados durante toda su historia. Se consideran cuatro principios básicos, aunque también se tenían en cuenta otras características secundarias:
- Representación bidimensional: las pinturas, incluso la sensación que daba el color, eran planas, en dos dimensiones, sin sombras, sin dar sensación de relieve, lo cual no restaba belleza a las obras.


- Frontalidad: las representaciones se hacían vistas de frente, aunque en el caso de la figura humana, la cabeza, pies y manos se representaban de perfil y el resto del cuerpo de frente.


- Falta de perspectiva: la única forma de suplir la falta de perspectiva, era representando las pinturas en líneas horizontales, dividiendo la escena en registros, con el fin de secuenciarla. También se utilizaba la representación de figuras en distintos tamaños, o bien para dar sensación de perspectiva, o dependiendo de la importancia del personaje. Las líneas superiores representaban el fondo, y las inferiores, los primeros planos.


- Horizontalidad: se aplicaba a todo el conjunto, pudiendo representar así la verticalidad de ciertos conjuntos decorativos.


- Además de los cuatro principios anteriores, en las pinturas no se representaba el movimiento, se trataba de imágenes estáticas.


- En el caso de figuras humanas, se pintaban idealizados, y siempre jóvenes.
Para los antiguos egipcios, lo importante era su visión de la realidad, intemporal, sin cambios, sin influencias del exterior. Por ello somos capaces de reconocer la pintura del Antiguo Egipto y sus características, entre el resto de representaciones pictográficas de cualquier época, lugar o corriente estilística.