jueves, 7 de octubre de 2010

Ramsés II




Usermaatra Setepenra - Ramsés Meriamón, o Ramsés II es el tercer faraón de la Dinastía XIX de Egipto, quien gobernó unos 66 años, del c. 1279 al 1213 a. C. Ramsés II es uno de los faraones más célebres, debido a la gran cantidad de vestigios que perduran de su activo reinado.
Nieto de Ramsés I e hijo de Seti I, se cree que Ramsés II no había sido el primogénito del faraón, sino que tenía un hermano mayor cuyo nombre no ha perdurado. Pero su padre quiso asegurar la sucesión en vida designándole heredero y vinculándolo al poder en calidad de corregente. Al joven príncipe le fue otorgado entonces un palacio real y un importante harén, y debió acompañar a Seti en las campañas militares emprendidas para sofocar las rebeliones en Palestina y Siria. También lo secundó en la guerra contra los hititas que habían ocupado los territorios de Siria.
Cuando llegó al trono, poseía ya una vasta experiencia militar, a pesar de su extrema juventud. En la ceremonia de coronación, además de recibir el cetro y el látigo (las insignias sagradas destinadas a introducirle en el rango de los grandes dioses), le fueron otorgados cuatro nombres: «toro potente armado de la justicia», «defensor de Egipto», «rico en años y en victorias» y «elegido de Ra». A partir de ese momento su vida fue la de un rey-dios, hijo de dioses, objeto de culto y adoración general. Fue un faraón tan absoluto como su padre y llegó a identificarse con Dios más que los gobernantes anteriores. La distancia que lo separaba del pueblo era aún mayor que la de Keops.
Comenzó su reinado con el traslado de la capital desde Tebas hasta Tanis, en el delta, a fin de situar la residencia real cerca del punto de mayor peligro para el imperio, la frontera con Asia. Sus primeras campañas militares se dirigieron a recobrar las fértiles tierras de «entre ríos», en los valles de los ríos Tigris y Éufrates, y ya en el cuarto año de su reinado comenzaron las incursiones por Asia. La primera de ellas tuvo como objeto someter Palestina, a fin de obtener una base de operaciones que le permitiera invadir Siria, tal como había hecho su padre con relativo éxito. Al año siguiente, los hititas allí instalados le dejaron avanzar hasta el río Orontes, a los pies de las murallas de Kadesh, donde fue cercado por el ejército enemigo. Creyendo haber ganado la batalla, los hititas intentaron el asalto al fortín del faraón para repartírselo. En medio de la confusión, Ramsés cargó contra ellos y transformó la derrota en una relativa victoria. Su hazaña en Kadesh se cantó en una de las muestras más brillantes de la poesía épica egipcia: el Poema de Kadesh, profusamente grabado en los templos.
Ramsés II aprovechó el resultado de la batalla de Kadesh para cambiar a los militares de alto rango, colocando a sus hijos al frente de los distintos cuerpos. Su primogénito Amenhirjopshef fue «generalísimo del ejército» y «supervisor de todas las tierras del norte»; Ramsés era «primer general de Su Majestad»; Paraheruenemef y Mentuherhepeshef tenían el rango de «general de carros» y el título honorífico de «primer conductor de Su Majestad». A partir de entonces, nadie ajeno a la familia real tuvo mando. No tuvo problemas con esta reforma, ya que Seti I había dejado de lado a los aristócratas egipcios y promovido a oficiales a un gran número de soldados extranjeros, como el general Urhiya, hurrita de origen, que llegó a ser intendente del Ramesseum, su hijo Yupa que heredó el cargo, o el general Ramsés-Najt.
También creó cuerpos de élite con extranjeros, guerreros nubios, libios, asiáticos y shardanas, cuerpos que eran leales a la persona del faraón. Estos mercenarios extranjeros formaron el ejército egipcio hasta el tercer periodo intermedio.
Ramsés tuvo un destino extraño: su existencia fue tan larga que sobrevivió a muchos de sus descendientes. Murió casi centenario tras unos 66 años de reinado y celebrar once festivales Heb Sed, y fue enterrado en el Valle de los Reyes, en la tumba KV7. Su momia, descubierta en 1881, es la de un hombre viejo, de cara alargada y nariz prominente. Fue sin duda el último gran faraón, ya que sus sucesores más importantes, Merenptah y Ramsés III, se vieron obligados a llevar una política defensiva para mantener la soberanía en Canaán. Posteriormente, la decadencia de sus descendientes habría de terminar con el poder de Egipto más allá de sus fronteras.

Los monumentos más importantes dedicados a Ramsés II están en:
Karnak, la gran sala hipóstila.
Tebas, el Ramesseum, el principal templo para el culto del rey.
Abidos, el templo.
Abu Simbel, el templo más grande perforado en roca, en Nubia.
Menfis, edificaciones en el templo.
Hermópolis, edificios añadidos al templo.

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