martes, 2 de noviembre de 2010

La pintura egipcia


Lo primero que nos llama la atención son los convencionalismos de la pintura egipcia, se puede ver que la cara va de perfil pero el ojo de frente, el tronco de frente, los pies de perfil y, lo más chocante, dos manos y dos pies del mismo lado, es decir, dos manos derechas o dos manos izquierdas. Esto es así porque los egipcios conseguían de esta manera reflejar toda la esencia principal del personaje como si se le viese simultáneamente desde varios puntos de vista.
La aplicación de la pintura se realizaba pintando los contornos en ocre rojo, y coloreando el fondo en amarillento o blanco. A continuación se recubría la superficie de los personajes con colores vivos, aunque planos, sin mezcla, ni sombras. Los colores utilizados en pintura eran los siguientes: 
Azul, representado por el Nilo, se usaba para el cielo, el agua y la noche.
Verde, símbolo de la fecundidad y la vegetación, color con que se representaba al dios Osiris, y era utilizado para representar la naturaleza y motivos vegetales.
Blanco, usado como fondo para los dibujos, para colorear la ropa, la corona blanca, y para representar el pan.
Rojo, representado por el dios Set, se usaba para la corona roja, la piel masculina, la cerámica, la madera, y para el desierto.
Amarillo, representado por el sol, usado para el oro y la piel femenina.
Negro, color de la fertilidad, representado por el limo del Nilo, se usaba para pintar los cabellos y los ojos.

Respecto a los principios o características principales del arte en el Antiguo Egipto, éstos estuvieron inalterados durante toda su historia. Se consideran cuatro principios básicos, aunque también se tenían en cuenta otras características secundarias:
- Representación bidimensional: las pinturas, incluso la sensación que daba el color, eran planas, en dos dimensiones, sin sombras, sin dar sensación de relieve, lo cual no restaba belleza a las obras.


- Frontalidad: las representaciones se hacían vistas de frente, aunque en el caso de la figura humana, la cabeza, pies y manos se representaban de perfil y el resto del cuerpo de frente.


- Falta de perspectiva: la única forma de suplir la falta de perspectiva, era representando las pinturas en líneas horizontales, dividiendo la escena en registros, con el fin de secuenciarla. También se utilizaba la representación de figuras en distintos tamaños, o bien para dar sensación de perspectiva, o dependiendo de la importancia del personaje. Las líneas superiores representaban el fondo, y las inferiores, los primeros planos.


- Horizontalidad: se aplicaba a todo el conjunto, pudiendo representar así la verticalidad de ciertos conjuntos decorativos.


- Además de los cuatro principios anteriores, en las pinturas no se representaba el movimiento, se trataba de imágenes estáticas.


- En el caso de figuras humanas, se pintaban idealizados, y siempre jóvenes.
Para los antiguos egipcios, lo importante era su visión de la realidad, intemporal, sin cambios, sin influencias del exterior. Por ello somos capaces de reconocer la pintura del Antiguo Egipto y sus características, entre el resto de representaciones pictográficas de cualquier época, lugar o corriente estilística.


jueves, 7 de octubre de 2010

Ramsés II




Usermaatra Setepenra - Ramsés Meriamón, o Ramsés II es el tercer faraón de la Dinastía XIX de Egipto, quien gobernó unos 66 años, del c. 1279 al 1213 a. C. Ramsés II es uno de los faraones más célebres, debido a la gran cantidad de vestigios que perduran de su activo reinado.
Nieto de Ramsés I e hijo de Seti I, se cree que Ramsés II no había sido el primogénito del faraón, sino que tenía un hermano mayor cuyo nombre no ha perdurado. Pero su padre quiso asegurar la sucesión en vida designándole heredero y vinculándolo al poder en calidad de corregente. Al joven príncipe le fue otorgado entonces un palacio real y un importante harén, y debió acompañar a Seti en las campañas militares emprendidas para sofocar las rebeliones en Palestina y Siria. También lo secundó en la guerra contra los hititas que habían ocupado los territorios de Siria.
Cuando llegó al trono, poseía ya una vasta experiencia militar, a pesar de su extrema juventud. En la ceremonia de coronación, además de recibir el cetro y el látigo (las insignias sagradas destinadas a introducirle en el rango de los grandes dioses), le fueron otorgados cuatro nombres: «toro potente armado de la justicia», «defensor de Egipto», «rico en años y en victorias» y «elegido de Ra». A partir de ese momento su vida fue la de un rey-dios, hijo de dioses, objeto de culto y adoración general. Fue un faraón tan absoluto como su padre y llegó a identificarse con Dios más que los gobernantes anteriores. La distancia que lo separaba del pueblo era aún mayor que la de Keops.
Comenzó su reinado con el traslado de la capital desde Tebas hasta Tanis, en el delta, a fin de situar la residencia real cerca del punto de mayor peligro para el imperio, la frontera con Asia. Sus primeras campañas militares se dirigieron a recobrar las fértiles tierras de «entre ríos», en los valles de los ríos Tigris y Éufrates, y ya en el cuarto año de su reinado comenzaron las incursiones por Asia. La primera de ellas tuvo como objeto someter Palestina, a fin de obtener una base de operaciones que le permitiera invadir Siria, tal como había hecho su padre con relativo éxito. Al año siguiente, los hititas allí instalados le dejaron avanzar hasta el río Orontes, a los pies de las murallas de Kadesh, donde fue cercado por el ejército enemigo. Creyendo haber ganado la batalla, los hititas intentaron el asalto al fortín del faraón para repartírselo. En medio de la confusión, Ramsés cargó contra ellos y transformó la derrota en una relativa victoria. Su hazaña en Kadesh se cantó en una de las muestras más brillantes de la poesía épica egipcia: el Poema de Kadesh, profusamente grabado en los templos.
Ramsés II aprovechó el resultado de la batalla de Kadesh para cambiar a los militares de alto rango, colocando a sus hijos al frente de los distintos cuerpos. Su primogénito Amenhirjopshef fue «generalísimo del ejército» y «supervisor de todas las tierras del norte»; Ramsés era «primer general de Su Majestad»; Paraheruenemef y Mentuherhepeshef tenían el rango de «general de carros» y el título honorífico de «primer conductor de Su Majestad». A partir de entonces, nadie ajeno a la familia real tuvo mando. No tuvo problemas con esta reforma, ya que Seti I había dejado de lado a los aristócratas egipcios y promovido a oficiales a un gran número de soldados extranjeros, como el general Urhiya, hurrita de origen, que llegó a ser intendente del Ramesseum, su hijo Yupa que heredó el cargo, o el general Ramsés-Najt.
También creó cuerpos de élite con extranjeros, guerreros nubios, libios, asiáticos y shardanas, cuerpos que eran leales a la persona del faraón. Estos mercenarios extranjeros formaron el ejército egipcio hasta el tercer periodo intermedio.
Ramsés tuvo un destino extraño: su existencia fue tan larga que sobrevivió a muchos de sus descendientes. Murió casi centenario tras unos 66 años de reinado y celebrar once festivales Heb Sed, y fue enterrado en el Valle de los Reyes, en la tumba KV7. Su momia, descubierta en 1881, es la de un hombre viejo, de cara alargada y nariz prominente. Fue sin duda el último gran faraón, ya que sus sucesores más importantes, Merenptah y Ramsés III, se vieron obligados a llevar una política defensiva para mantener la soberanía en Canaán. Posteriormente, la decadencia de sus descendientes habría de terminar con el poder de Egipto más allá de sus fronteras.

Los monumentos más importantes dedicados a Ramsés II están en:
Karnak, la gran sala hipóstila.
Tebas, el Ramesseum, el principal templo para el culto del rey.
Abidos, el templo.
Abu Simbel, el templo más grande perforado en roca, en Nubia.
Menfis, edificaciones en el templo.
Hermópolis, edificios añadidos al templo.

viernes, 24 de septiembre de 2010

La Prehistoria

El bisonte de Altamira


Periodo artístico:
Prehistoria, Paleolítico Superior, Área Franco-Cantábrica

Localización:
Es una de las, aproximadamente, treinta y ocho imágenes de bisontes de la “Sala de los Policromos” (Cuevas de Altamira)

Análisis:
La imagen representa a un bisonte, está pintada sobre piedra y aprovecha la textura de ésta para crear sensación de volumen. Los  bordes de este bisonte están realizados con negro manganeso y está pintado con sangre y pigmentos ocres y rojos.

Cacería de ciervos



Periodo artístico:
Prehistoria, Mesolítico, Área Levantina

Localización:
Cueva de los caballos, Valltorta, Castellón

Análisis:
Estas pinturas estaban realizadas para ser observadas a la luz del sol, por lo que suelen encontrarse cerca del exterior. Suelen ser figuras esquematizadas, la figura del animal deja de ser protagonista y comparte importancia con el hombre. En esta imagen se representa una escena de caza en la que la figura humana se distorsiona para crear sensación de movimiento.
Está pintada sobre piedra con pigmentos naturales y es monocromática.

Cazadores con sombreros planos y faldellín



Periodo artístico:
Prehistoria, Neolítico, Área Levantina

Localización:
Cinto de las letras, Dos Aguas, Valencia

Análisis:
Es una imagen muy esquematizada de unos cazadores con sombrero. Está pintada sobre piedra con pigmentos de color negro, es monocromática.
A diferencia de las otras pinturas del mesolítico y el neolítico, en ésta imagen se percibe menos sensación de movimiento.